Hace unos días, una de esas noches en las que el sueño no
llegaba, curioseaba entre los diarios que escribía de niña y que todavía guardo.
Páginas y páginas escritas sobre cosas que hoy parecen carecer de importancia
pero que para mí, de aquella, eran todo
un mundo. La última vez que escribí en ellos
fue un 14 de julio de 1999. Me dio lástima al leer la fecha y pensé que
quizá aquel día de verano decidí dar un paso más, seguir escribiendo palabras
pero a partir de ese momento disfrazarlas de canciones, mantener las formas,
guardar la compostura. Me he dado cuenta, que sin querer, cubrí gran parte de
la desnudez y la inocencia de tantas y tantas reflexiones, en ocasiones
triviales, pero que creo, soy consciente y estoy casi segura de que son ellas nuestros
mejores tesoros. Dejé que el camino entre mi cabeza y aquellos bolis de colores
se fuese haciendo cada vez más largo, más extraño, desconocido y ajeno.
Escribir sin más, según van llegando todos nuestros pensamientos, simplemente,
escribir sin más y no huir. No marcharse dando un portazo. No necesitar el hecho de olvidar.
Así que esa misma noche, esperando caer dormida seguí
escribiendo en la página siguiente a aquel día de 1999. Escribir cura el alma y
“ata” por instantes la oscuridad. Y entonces todo comenzaba así…
“En 1999 parece que decidí no escribir más. Supongo que
encontré otras inquietudes o que por alguna razón mi mundo giraba tan deprisa
que desterré la posibilidad de seguir escribiendo el transcurso de los días tal
y como se venían. Ya no era tan niña y la
realidad comenzaba a hacerme una larga sombra.
Supongo que en todas esas páginas en blanco hasta hoy
hubiese escrito mis últimos días de colegio, mi primeros días en el instituto. Cómo seguí enamorándome
y desenamorándome cada día, a veces mejor, otras peor, a un ritmo frenético.
Algunas cosas sin importancia sobre mis amigas y cómo solíamos pasar el rato y
tantas y tantas otras cosas. Hoy me da miedo escribir las cifras. La nostalgia
de unos días que de aquella no eran especialmente maravillosos viene una y otra vez (…)
Intentaré cada noche como esta, venir aquí, sin más a
escribir. Quizá sea un consuelo o simplemente una distracción”
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